
De la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento
Condensado de: Cristian.Romero.Gil, ´Cap.Gemini-Ernst&Young.
El conocimiento ha sido desde siempre un factor valorado por las organizaciones, pero no el elemento estratégico clave en las mismas. A pesar de ello, no ha pasado desapercibido para los más destacados pensadores de la historia. Uno de los principales filósofos, Russell, escribió un ensayo denominado “Elogio a la ociosidad”. En él, marginando su orientación metafísica, existen algunos matices que nos deben hacer reflexionar sobre lo que define el autor como “ingenio”.
En un ejemplo suyo a propòsito de la fabricación de alfileres dice: “… Supongamos que, en un momento determinado, cierto número de personas trabajan en la manufactura de alfileres. Trabajando – digamos – 8 horas por día, hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo número de personas pueden hacer dos veces el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos que difícilmente pudiera venderse alguno a un precio inferior. En un mundo sensato todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar 4 horas en lugar de 8, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real, esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres aún trabajan 8 horas; hay demasiados alfileres.”(1)
Cap.Gemini-Ernst&Young.
El conocimiento ha sido desde siempre un factor valorado por las organizaciones, pero no el elemento estratégico clave en las mismas. A pesar de ello, no ha pasado desapercibido para los más destacados pensadores de la historia. Uno de los principales filósofos, Russell, escribió un ensayo denominado “Elogio a la ociosidad”. En él, marginando su orientación metafísica, existen algunos matices que nos deben hacer reflexionar sobre lo que define el autor como “ingenio”.
En un ejemplo suyo a propòsito de la fabricación de alfileres dice: “… Supongamos que, en un momento determinado, cierto número de personas trabajan en la manufactura de alfileres. Trabajando – digamos – 8 horas por día, hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo número de personas pueden hacer dos veces el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos que difícilmente pudiera venderse alguno a un precio inferior. En un mundo sensato todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar 4 horas en lugar de 8, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real, esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres aún trabajan 8 horas; hay demasiados alfileres.”(1)
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